Avui (de fet, fa una estona) he llegit aquest poema del poeta ucraïno-polonès Adam Zagajewski:
CÓMO TERMINAN LOS PAYASOS
Un viejo payaso reparte folletos en la estación, anuncian
un circo ambulante. Sin duda, es así como terminan
los payasos: sustituyendo una máquina (o a un niño).
Lo observo atento: quiero saber cómo terminan los payasos
Entre la melancolía y a la salvaje risa contagiosa
desaparece lentamente el equilibrio lleno de encanto;
año tras año el surco de las mejillas es más profundo,
y al final queda la desesperanza de una nariz demasiado grande
y movimientos torpes de anciano, ya no son una parodia
de los saludables e irreflexivos, son un panfleto que culpa
la imperfecta constitución del cuerpo, el error
del arquitecto. Queda la luz de la ancha frente en la lámpara
de una tez demasiado blanca (ahora sin polvos),
finos y unos ojos por los que ya mira un extraño, se asoma
con frialdad alguien que podría ser el futuro inquilino del rostro
(si se consigue prorrogar el alquiler de esta tristeza).
Es así como terminan los payasos, cuando se adentra en nosotros
la gran indiferencia del mundo, amargamente, como plomo en la boca.
Adam Zagajewski, Deseo
I ja és curiós perquè, tot just fa tres o quatre dies, el meu amic Óscar em va enviar el següent paràgraf d’un dels meus autors més estimats:
“Yo no soy irlandés. Nací en Cambridge, y creo que sigo siendo muy inglés. La gente suele decir que los ingleses han desarrollado sus cualidades de sangre fría y de reserva, y también una manera de enfrentarse con humor a los acontecimientos de la vida, incluidos los más trágicos. Es bastante cierto, y una completa estupidez por su parte. El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fin de cuentas ya sólo queda la soledad, el frío y el silencio. A fin de cuentas, sólo queda la muerte.”
Michel Houellebecq, Las partículas elementales
I, és clar, se m’han mesclat dins del cap. Toquen os, i per això s’hi ha quedat.